Por: Flor Boscán

Yunek Kukui es un caserío indígena de apenas 100 habitantes de la étnia Pemón, ubicado a orillas del río que lleva el mismo nombre, a 110 Kms al Noroeste de Santa Elena de Uairen, dentro del Parque Nacional Canaima (20 N 621231 572657). Llegar allí era necesario, porque el Erwodä Yunek Tepuy se encuentra ubicado al Noreste y el Acopan Tepuy al Oeste,  de esta población indígena, y ambos están aproximadamente a 7 Kms de distancia desde el poblado; además de que cuenta con una pista aérea de tierra que permite el aterrizaje a pequeños aviones.

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Hasta la fecha, no existe una carretera que permita el acceso en carro hasta Yunek, sin embargo, sí se le puede llegar por vía fluvial, pero hay que viajar muchos días y pasar unos rápidos. Otra forma de llegarle es por vía fluvial hasta un poblado llamado Wonken y desde allí recorrer a pie un tramo de aproximadamente 8 horas hasta Yunek; o en bicicleta por el mismo sendero el cual no está acondicionado para este medio de transporte. Por todas estas razones, decidimos que la vía más práctica, aunque más costosa para acercarnos al tepuy, era viajar por aire hasta Yunek.

Desde Caracas habíamos contratado los servicios de un avión modelo Antonov cuya capacidad de carga era de 1300 Kgrs. Si bien no era un avión de pasajeros, permitía que viajáramos las siete integrantes del equipo de Tepuyeras, junto con la carga de aprox. 800 Kgs de peso, desde Santa Elena de Uairen hasta Yunek. Gracias al dueño de este avión, el Sr. Luis Ortíz, y al Sr. César, su capitán, la ida a Yunek estaba segura una vez que pagásemos el costo de su servicio.

Al día siguiente de nuestra llegada a Santa Elena de Uairen, antes de ir al aeropuerto, fuimos a echar gasolina con el equipaje dentro de los vehículos, para poder demostrar nuestra condición de turistas y con ello hacer otra cola diferente a la que hacen los locales quienes trágicamente deben esperar desde tempranas horas de la madrugada para su turno. Solo logramos conseguir que nos vendieran 20 litros por cada vehículo. Luego nos fuimos al aeropuerto para dejar la carga.

Actualmente para visitar a esos poblados indígenas es necesario tramitar un permiso. Eso lo supimos por otro amigo que anteriormente había ido por la zona y nos había mostrado su permiso, de donde tomamos los datos y los teléfonos de contacto. Desde Caracas, intentamos llamar por teléfono al capitán de la comunidad de Wonken para hablarles de nuestras intensiones de ir a Yunek, pero nunca pudimos contactarlo. Se nos ocurrió la idea de hablar con la Dra. Adriana Lodeiro, médico rural de Wonken, para que  gentilmente nos hiciera el favor de contactar al capitán de esa comunidad y que éste le notificara a su vez al capitán de la comunidad de Yunek, nuestras intenciones de visitar esa zona desde el 30 de Marzo al 18 de Abril de 2017.

Estando ya en el aeropuerto, se nos acercó una persona de las comunidades indígenas que trabajaba allí, para preguntarnos por el permiso. Por alguna razón, a pesar de que la Dra. Lodeiro sí había hablado con el capitán de Wonken, ésta persona del aeropuerto, no había sido informada de nuestro viaje. De inmediato, llamó a alguien por teléfono para que conversara con Flor sobre el asunto, ya que ella era quien había hablado con la Dra. Lodeiro. Esta persona al otro lado del teléfono, le informó que teníamos que solicitar ese permiso en el Consejo de Caciques de Santa Elena de Uairen, pero como era sábado, la oficina estaba cerrada para la atención al público, ya que su horario de trabajo era de Lunes a Viernes y habría que hacerlo ese lunes próximo. Flor le explicó que no podíamos esperar hasta ese día lunes, porque llevábamos comida perecedera para compartir esa noche con los habitantes de Yunek. Eran unos pollos congelados para asarlos en vara la noche de nuestra llegada. Al notificarle eso, esta persona se preocupó y buscó la forma de que nos atendieran en dicha oficina, ese mismo día sábado. Flor, Carola, Geraldine y Helena, se trasladaron para allá de inmediato, mientras tanto, el resto de las Tepuyeras se quedaron pesando y organizando toda la carga. Así fue que conseguimos nuestro permiso.   Luego, dejamos las camionetas en la posada y regresamos en taxi otra vez al aeropuerto para irnos a Yunek en el avión Antonov.

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Dentro del avión, todo nuestro equipaje quedó perfectamente organizado dentro de la parte delantera del espacio de carga. Se nos explicó que durante el despegue nos apretujáramos sobre los bultos, para que  todo el peso estuviese delante. El avión no tenía asientos para sentarnos, así que durante todo el vuelo permanecimos de pie. A la Dra. Adriana Lodeiro, el destino nos permitió conocerla porque llegó al aeropuerto por casualidad. Viendo que hablábamos con ella, fue invitada por el capitán del Antonov a viajar con nosotras hasta Yunek y luego regresaría a Santa Elena.

El despegue fue suave con unos altos y bajos esperados. El motor sonaba durísimo y su fuselaje vibraba estruendosamente.  A los 19 minutos de los 40 min que duraba el vuelo, Flor comenzó a marearse y colapsó en el piso. Se puso pálida, fría y sudaba profusamente. Geraldine sacó una bolsa de plástico de uno de los morrales y a tiempo se la dio para que vomitara, permaneciendo a su lado procurando que un tubo que estaba pegado a la pared del avión, no le golpeara la cabeza. Flor era nuestro médico de la expedición y fue la primera en enfermarse. Ninguna otra Tepuyera se mareó en el camino.

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Al aterrizar, un grupo de pobladores pemones, se acercó a darnos la bienvenida. Al abrirse la puerta, las primeras viajeras que salieron del avión fueron Carola y Geraldine ayudando en hombros a Flor quien al bajar, se tiró al suelo para sentir la tierra firme. Fue tan severo el mareo que sufrió que aun pasados 10 minutos de ya  estar en un lugar estable, seguía vomitando.

Las Tepuyeras organizadas en cadeneta humana bajaron la carga del Antonov y los pemones no dudaron en ayudarlas a trasladar todo el equipaje a una sencilla pérgola cercana a la pista. Luego, el capitán de la nave, las invitó a montarse sobre el techo del avión para tomarles unas fotos de recuerdo. Supimos después que éstas fotos llegaron a subirse en la página web del Antonov.

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El Antonov al despegar, en el aire dio un giro e hizo un vuelo rasante sobre la pista como un gesto de alegría por la magia que irradiaba nuestro proyecto y por nuestra llegada a Yunek. 

La sencilla pérgola se convirtió en nuestro campamento base de allí en adelante. Julio Criollo, un pemón con mucha influencia en la comunidad se nos acercó y entabló conversación.

Poco a poco, cada una de nosotras tomamos posición en un lugar bajo la pérgola, para colocar su hamaca y organizar sus pertenencias.

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